EN EL CEMENTERIO LONDINENSE DE GUNNERSBURY

Una familia vizcaina pide exhumar un cadáver para identificar mediante el ADN si pertenece a Miguel Ángel Martínez

Sandra Atutxa  – Domingo, 18 de Marzo de 2018

Blanca Martínez Santamaría, con un informe.

Blanca Martínez Santamaría, con un informe. (Oskar M. Bernal)
BILBAO– Una lápida sin nombre se asoma entre las miles de tumbas en el cementerio londinense de Gunnersbury. Hace más de una década fueron enterrados los restos de quien podría ser Miguel Ángel Santamaría (Erandio, 1960). Sin embargo, a día de hoy no existe ninguna prueba fehaciente que lo acredite;su familia sigue solicitando respuestas que nunca llegan. “Es una historia truculenta… Cuando la lea voy a pensar que no es la nuestra”, confiesa Blanca Martínez Santamaría, hermana del desaparecido.

El caso del niño almeriense, Gabriel Cruz ha removido las entrañadas de esta familia que solo desea que nadie pase por el mismo calvario. “Mi aita me ha dicho alguna vez: Blanca, no has conseguido nada. Es duro.Ahora continuo en solitario y ayudo a familias de personas desaparecidas”.

Lo único que saben con certeza es que Miguel Ángel abandonó la casa familiar en Getxo el 28 de abril de 2005 para iniciar un viaje por Europa. Nunca volvió. Desde hace más de cuatro años están intentado que la autoridad central jurídica del Reino Unido cumplimente la comisión rogatoria solicitada por la Fiscalía de la Audiencia Nacional y se proceda a la exhumación de un cadáver para que, mediante las pruebas de ADN, pueda confirmarse que pertenecen a Miguel Ángel Martínez.

“Todo se hizo mal desde el principio; a mis padres les tomaron muestras de ADN, pero llegaron ocho meses después

Blanca es quien capitanea desde hace años una batalla en la que, según explica ha recibido “buenas palabras, palmaditas en la espalda, pero no la ayuda esperada”. Las sombras que arrojan esta muerte y los deficientes trámites administrativos le hicieron dudar desde el primer momento de que el cadáver -en avanzado estado de descomposición- fuera correctamente identificado. La aparición del cuerpo tuvo lugar el 22 de septiembre de 2005, flotando en una zona residencial de Estocolmo.

 

La hermana del fallecido afirma que el hallazgo y posterior levantamiento del cadáver fueron las primeras piezas de una cadena de despropósitos y errores que nunca se han reconocido. “No se presentó ninguna autoridad judicial ni forense para proceder al levantamiento del cadáver, no se hicieron fotografías de ese acto ni de la autopsia y no se permitió a la familia identificarlo visualmente. Dicen que todo está correcto y el caso lo cierran”, denuncia Blanca Martínez. Dos archivadores repletos de documentos le acompañan en el encuentro con DEIA. “En casa tengo mucho más”, aclara. En una de las hojas plastificadas afloran fotos de su hermano y el informe de autopsia practicada en Suecia. Se resume en apenas seis líneas: Hombre no identificado, posiblemente se trata de Miguel Ángel Martínez Santamaría. “Todo se hizo mal desde el principio. A mis padres les tomaron muestras de ADN para enviarlas a Suecia, pero se quedaron en un cajón”, cuenta Blanca. En un primer momento la policía dijo que el hallazgo del cadáver correspondía a un acto criminal; después pasó a ser un suicidio y, finalmente, un accidente de tráfico. “Se creyeron que la persona no tenía familia y que nadie le iba a reclamar”, lamenta. Cinco días después, la forense sueca Petra Rästen-Almqvist le realizó la autopsia. El cuerpo presentaba una retención de agua y órganos internos bastante normales, aunque en estado cadavérico. Se le realiza un estudio odontológico que nunca es entregado a la familia. Fue a ese cadáver a quien se le atribuyó la identidad de Miguel Ángel Martínez al encontrarse una fotocopia de su DNI “mojada y doblada” en un bolsillo del pantalón. “La Policía y la Fiscalía me han dicho que si esta fotocopia hubiera estado en el agua, habría estado más destrozada”.

FUNERAL EN LONDRES Miguel Ángel deseaba, en caso de morir, ser enterrado en el nicho donde reposaban los restos de su novia en un cementerio de Londres, donde vivió. El cadáver fue trasladado sin salvoconducto mortuorio y sin que, en el certificado de defunción, se detallara el motivo de la muerte. Según recoge la ley no se puede repatriar un cadáver sin que se conozca la causa de la muerte. “En la inscripción de la defunción de la Embajada de España en Suecia, esa casilla aparece vacía”, dice Blanca. Pero la historia no termina ahí. La investigación abierta por un juez de Londres para determinar la identificación y la causa de la muerte, -obligatorios en el Reino Unido- se cerró el 22 de marzo de 2006 con una conclusión sorprendente: sus pulmones eran normales, pero no se pudo concretar de qué murió porque no tenía corazón. La familia interpuso una denuncia en Suecia por tráfico de órganos, pero desconocen si se han investigado. “Necesitamos saber si el cuerpo sin corazón que enterramos es el de mi hermano”, reclama.

 

Los restos del que fue identificado como su hermano descansan en el camposanto de Gunnersbury. “Le hicimos el funeral que siempre quiso. La familia estuvo allí”. Pasa el tiempo y la lápida continúa vacía. “Mi hermano está muerto, pero no sabemos si es quien está enterrado allí”. Blanca es una mujer fuerte que ha aprendido a contener el dolor, pero los sentimientos afloran y en un momento se rompe: “Esta es la historia de mi familia. La que nos ha cambiado la vida para siempre”.

http://www.deia.eus/2018/03/18/bizkaia/necesitamos-saber-si-el-cuerpo-sin-corazon-enterrado-es-el-de-mi-hermano

 

DEIA