EL MUNDO- CRÓNICA: ¿TRÁFICO DE ÓRGANOS O ERRORES DE AUTOPSIAS? El caso de los cuerpos vaciados: Sin corazón, sin hígado, sin cerebro… El enigma del vasco cuyo cadáver fue repatriado sin corazón no es aislado. Encontramos más casos en Inglaterra y precedentes en España y Francia. Hablan familiares desconcertados
Cuando escuché por primera vez lo que había ocurrido me enfadé», nos dice el galés John Boucher. Su hermano Desmond no sólo murió en extrañas circunstancias el 6 de julio de 2019 mientras practicaba submarinismo en el Mar Rojo (Egipto), «sino que fue devuelto a Gales sin corazón, hígado y cerebro». Han pasado cerca de dos años y, según nos cuenta John, nada más se ha averiguado acerca de qué pudo ocurrir, aparte de lo que se refería en aquella confusa primera versión oficial a la que siguen aferrándose las autoridades egipcias. Con arreglo a esta, Desmond se desmayó mientras tomaba parte en una expedición de buceo frente a las costas de la ciudad egipta de Sharm Al Sheif. Nada más emerger comenzó a quejarse de una fuerte opresión en el pecho y perdió el conocimiento, de manera que fue trasladado al Hospital Internacional de Sharm, donde fue declarado muerto el mismo día a la edad de 59 años debido a “una insuficiencia respiratoria grave”.
Desmond Boucher era oriundo de una pequeña población galesa llamada Ebbw Vale aunque vivía en Cheltenhan (Inglaterra) 100 kilómetros al oeste, Sabremos por su hermano John que era un buceador muy experimentado. Trabajaba como comerciante de divisas y, eventualmente como fotógrafo.
Su familia jamás hubiera siquiera sospechado que las vísceras de Desmond habían sido retiradas del cuerpo si las autoridades británicas no hubieran sometido al cuerpo a un segundo examen forense tras su repatriación al Reino Unido. Y eso fue justamente lo mismo que había ocurrido en 2005 con el vizcaíno Miguel Angel Martínez Santamaría (Erandio, 1960), cuyo cuerpo sin vida fue enviado a Inglaterra para ser sepultado en el cementerio londinense de Gunnesbury tras ser hallado muerto flotando sobre el agua en las proximidades de Estocolmo.
Fue un patólogo de la Corte Forense de Westminster llamado Peter Wilkins quien descubrió que el cadáver de Miguel Angel carecía de corazón y de la mitad del hígado. La historia fue dada a conocer por este diario el 27 de julio de 2015 y posteriormente replicada por medios de comunicación de todo el mundo, lo que dio pie a especulaciones de toda índole gracias al empeño personal por aclarar lo sucedido que ha puesto la hermana de la víctima, Blanca Martínez, y gracias también a las múltiples incógnitas que rodean a esa muerte.
En el caso del buceador Desmond Boucher fue el patólogo James Harrison quien examinó su cuerpo en el Reino Unido y descubrió que el cadáver había sido repatriado sin corazón. Cuando la forense del área de Gwent Caroline Saunders solicitó alguna aclaración a los egipcios estos le aseguraron que podría tomar hasta cuatro años contar con un informe detallado. Saunders atribuyó la muerte de Desmond en los registros oficiales a una “enfermedad cardio-respiratoria” pero sin cerrar la puerta a reabrir la investigación si afloran nuevas pruebas.
El patólogo Harrison que examinó los pulmones de Desmond aclaró en su momento que el proceso de embalsamiento al que el cuerpo había sido sometido dificultó mucho esa segunda autopsia y le había impedido determinar la causa de la muerte, de modo que el enigma sigue en pie al margen de lo que digan los registros. “No hemos sabido nada nuevo desde entonces ni del Reino Unido ni de Egipto, así que sigo preguntándome qué sucedió y por qué el cuerpo de mi hermano llegó sin corazón, hígado y cerebro”, nos comenta John Boucher “¿Cómo puede alguien devolver los órganos al cuerpo? ¿Cómo puede permitirse eso?”
UN MECÁNICO SIN CORAZÓN NI HIGADO EN EGIPTO. Menos de un año antes de la muerte de Desmond, el de septiembre de 2018, otro británico fallecido en Egipto fue repatriado al Reino Unido sin corazón y sin riñones. David Humphries – mecánico de profesión y oriundo de Milton Keynes- había sido retratado el mismo día de su fallecimiento en un complejo turístico situado en Makadi, en las cercanías de Hurghada. La víspera de su muerte, David, de 62 años, había celebrado el aniversario de su matrimonio junto a su esposa Linda, de 59, su hija Anita Goodall de 36, y varios de sus nietos. El día 13 había experimentado dolores en el pecho y visitó un médico y cinco días después, mientras jugaba en la piscina con sus nietos, se derrumbó. Poco después de llegar al hospital fue declarado muerto.
El cuerpo fue repatriado a través de Dubái al Reino Unido el 1 de octubre, y sometido a una segunda autopsia que desveló que carecía hígado y de corazón. Como en todos los casos antes mencionados, la familia se quedó perpleja, pues al dolor de la muerte de David había que añadir el hecho de que el padre tuviera que ser sepultado sin parte de sus órganos.
El Servicio de Información del Estado de Egipto sostiene que tanto el corazón como los riñones fueron extraídos con todas las bendiciones de la ley. Según la administración cairota, ésta no precisa de la autorización de la familia para realizar un examen post-mortem ni para extraer los órganos, cuando hay indicios de criminalidad. El día de la muerte de David Humphries, la familia fue sometida a cinco horas de entrevistas y, en contra de sus deseos, se le informó de que e practicaría una autopsia al muerto.
En Egipto se halla penada la extracción ilegal de órganos pero eso no ha impedido que se haya dado casos de tráfico ilegal. Solo tres meses antes del fallecimiento de David, 37 personas fueron condenadas en ese país a penas de entre tres a 15 años de prisión por sustraer y trasplantar órganos, legal e ilegalmente, lo que explica que la familia del británico no descartara ningún posible escenario en su desesperada búsqueda de respuestas.
El popular caso del vasco que Crónica dio a conocer posee claras semejanzas con los anteriores, pero es particularmente misterioso debido a las contradicciones de la policía sueca, a los errores cometidos durante la investigación y a las propias afirmaciones de la forense que firmó la autopsia – Petra Rästen-Almqvist- a menudo de carácter especulativo. De acuerdo al informe completo que ella remitió a la hermana coraje, Blanca Martínez, Miguel Angel pudo morir por ahogamiento tras arrojarse al agua en algún lugar del fiordo de Lidingö, una zona residencial de las afueras de Estocolmo.
Existen, es este caso español dos autopsias y dos versiones, Una sueca que insinúa la posibilidad de un suicidio y que dice que se retiraron tejido de los órganos para practicar las pruebas pertinentes y se devolvieron al cuerpo de Miguel Angel y otra británica donde se afirma que el cuerpo llegó sin corazón y sin 600 gramos de su hígado.
¿Es habitual que se retiren vísceras y que no se restituyan por olvido? El forense español Curiel López de Arcaute nos confirma que sí “Los órganos de una persona hallada muerta carecen de utilidad alguna. No sirven para la Ciencia, ni menos todavía con fines médicos porque estos deben retirarse en vida o poco después de la muerte” asegura ¿Qué significa eso? Que puestos a establecer distintos escenarios, el corazón y la mitad del hígado de Miguel Angel tenías que haber sido necesariamente extraídos o antes de su fallecimiento o durante la autopsia, extremo que niega tozudamente Petra Rästen-Almqvist.
“Yo podría entender que ese cuerpo haya llegado a Inglaterra sin corazón y la mitad del hígado si estos se hubieran derivado antes a un laboratorio de anatomía patológica para realizar un estudio” duce Lopez de Arcaute. “Los forenses siempre nos enfrentamos a una disyuntiva cuando realizamos un examen: ¿examino yo el corazón microscópicamente haciendo disecciones o lo remito al anatomopatólogo para que analice las lesiones microscópicamente?, añade el colaborador español del FBI y antiguo profesor externo de la Academia de Quántico. “La mayoría de las veces se remite al Instituto Nacional de Toxicología porque siempre ve más un patólogo. Claro que el Instituto tarda un mes o más en efectuar las pruebas, así que el órgano se conserva el tiempo legalmente establecido y ya no es devuelto al cadáver. Uno no puede tener un cuerpo abierto un mes y medio en espera de los resultados para volver a meterle el corazón”.
Cuando se actúa de este modo, debe quedar recogido en el informe de la autopsia qué se extrae, en qué cantidades, a dónde se remite y qué resultados se obtiene. En el caso español, las muestras se incineran en un plazo de hasta cinco años tras el fallecimiento sin que se precise la autorización de la familia.
EL ESCÁNDALO DE ALDER HEY. Nada de eso se consigna en esa autopsia sueca puesta luego en entredicho en el Reino Unido. Y no es la primera vez que se comenten irregularidades bajo el ala de administraciones de Europa Occidental. La Ley de Tejidos Humanos aprobada en 2004 en Gran Bretaña fue la consecuencia de un truculento descubrimiento conocido como el escándalo de Alder Hey. Desde 1988 a 1995 se extrajeron, retuvieron y eliminaron secretamente más de 2.000 muestras de tejidos humanos, órganos incluidos, del cuerpo de 850 niños en el Hospital de Alder Hey de Liverpool. La glándula del timo de niños operados del corazón se comercializaba a la industria farmacéutica, no solo en ese centro sino en más de la mitad de los hospitales del país.
Dos años antes de la muerte de Miguel Angel, en 2003, las autoridades británicas confirmaron igualmente que varios cuerpos británicos habían sido repatriados desde Francia y España sin alguno de sus órganos. En concreto, se confirmó el envío de al menos cuatro cuerpos vaciados desde la Península, claro que en circunstancias diferentes a las que provocaron el escándalo de Liverpool, a pesar del tratamiento sensacionalista y perjudicado que le dieron a lo acaecido los tabloides ingleses.
De acuerdo a la versión oficial española, los órganos de los británicos no fueron retirados secretamente, sino remitidos al Instituto de Toxicología para completar el examen forense. Un juzgado malagueño – el número 4 de Torremolinos- llegó incluso a decretar que se devolviera el corazón a un joven de 34 años, Cive Buswell, fallecido cuando se bañaba en una piscina de Benalmádena. El órgano había sido extraído y remitido a Sevilla para que se le efectuara un examen patológico más preciso y, entre tanto, se devolvió el cuerpo incompleto al Reino Unido para agilizar la repatriación. El corazón viajó tiempo después.
¿Descartan estos escenarios legales la posibilidad de que alguno de esos cuerpos remitidos a Inglaterra durante los últimos años hubieran sido objeto de prácticas ilegales? Claramente, no. Por un lado, los propios expertos suecos han llegado a proponer la creación de un modelo para la venta legal de órganos, dado que existen pruebas de la existencia de una fuerte demanda interna de trasplantes ilegales que se adquieren en el extranjero en condiciones deplorables. Y por otro, existen pruebas fehacientes de la existencia de grupos organizados en el Tercer Mundo que se dedican a satisfacer esa demanda europea.
EL CASO DE AMANDA GILL. Los allegados de las víctimas reaccionan siempre con perplejidad ante esta clase de hechos. Como un robo de órganos interpretó su familia lo ocurrido a una camarera de 41 años de la ciudad inglesa de Shipley (West Yorks) llamada Amanda Gill.
La chica británica fue literalmente vaciada en la capital de México, antes de que se enviara su cuerpo de vuelta a Inglaterra. Sus ojos, el cerebro y la totalidad de sus órganos, salvo el intestino delgado, habían sido removidos de su cuerpo, tras ser ingresada en el Hospital de Cos, en Ciudad de México, como consecuencia, aparentemente, de una complicación sin importancia de la diabetes que padecía.
La familia de Amanda Gill sospecha que era cetoacidosis y que esta pudiera haber sido tratada mediante goteo intravenoso y la ingestión de líquidos, pero Amanda murió, “Digerir lo que le sucedió fue algo angustioso que no deseamos ya volver a recordar ni mencionar” nos dice su hermana Katie Miller-Gill. Al igual que el ayudante del forense que condujo este caso, Oliver Longstaff, la familia cree que hay “cantidad de preguntas sin respuesta”. @ferranbarber