Miguel Ángel fue enviado a Inglaterrra sin órganos y estaba muerto cuando cayó a un fiordo de Estocolmo, aunque la causa todavía se desconoce.
Leer más: El español: Blanca, la hermana del «hombre sin corazón» que busca a quien lo mató hace 19 años en Suecia«A mi hermano lo mataron, lo retuvieron un tiempo, tal vez en una cámara frigorífica, y luego lo arrojaron al fiordo de Liddingö«, dice Blanca Martínez Santamaría. «Una de las posibilidades que consideramos es que acabara en un hospital tras el episodio de la comisaría de policía a la que fue trasladado a raíz de un incidente en una sucursal bancaria. ¿Qué pasó después allí? Pues algo muy gordo«.
«No voy a ser yo quien diga que hubo tráfico de órganos«, prosigue, «porque no me corresponde, pero lo cierto es que a su cuerpo no sólo le faltaba el corazón, sino parte del hígado y el pancreas. Entonces, si la forense sueca que le practicó la autopsia dijo que no los extrajo para su análisis ni los tiró a la basura, ¿dónde están esos órganos?«.
«También estoy completamente convencida de que en esa comisaría donde le vieron por última vez con vida le pasó algo. Mienten en relación a esa detención. Mi hermano murió el 8 de agosto de 2005 con 44 años. En caso contrario, uno no puede entender que la policía de Estocolmo sea tan sumamente inepta. No es normal que no hubiera evidencias ni del levantamiento del cadáver o que lo identificaran sin practicarle las pruebas oportunas».
Un misterio
La historia que menciona Blanca es bien conocida en nuestro país no sólo por el misterio que acompaña a las circunstancias de la muerte de su hermano Miguel Ángel, sino debido, sobre todo, a que una segunda autopsia efectuada por un forense británico contradecía a los suecos y reveló que su cuerpo había sido enviado de Suecia a Inglaterra medio vaciado.
La víctima —nacido en Erandio, Bilbao, en 1960, aunque criado como el resto de sus hermanos en Sondika— se fue en agosto de 2005 a conocer Europa en tren y el 22 de septiembre fue hallado muerto en un fiordo de una barriada situada en la periferia de Estocolmo. La policía escandinava se ha aferrado a la versión de un supuesto suicidio, amparándose en una autopsia efectuada por la forense sueca Petra Rästen–Almqvist cuyas conclusiones apuntaban a que el vasco murió ahogado y tenía signos de encharcamiento pulmonar.
El examen post–mortem especulaba sobre la posibilidad de que se hubiera arrojado desde uno de los ferris que cubrían el trayecto entre Helsinki y la capital de Suecia, pero jamás se presentaron evidencias que apoyaran ese relato. La última vez que se le vio, Miguel Ángel estaba en custodia de la policía que le arrestó tras protagonizar un rifirrafe en una oficina del Nordea Bank situada en Karlstad.
Que finalmente se supiera que su cadáver carecía de corazón fue producto de una carambola. El vasco había manifestado su voluntad de ser enterrado en Londres y las autoridades británicas se negaron a inhumar el cuerpo en el cementerio de Gunnersbury sin someterle a una segunda autopsia que no solo reveló que los restos mortales del de Sondika habían sido enviados al Reino Unido sin parte de sus órganos, sino que descartó que falleciera ahogado. Lo hacen siempre de oficio con todos los cadáveres que repatrian a Inglaterra.
19 años de búsqueda
Se conocen otros casos sobre los que se ha extendido la sospecha de tráfico de órganos, pero ninguno de familiares que hayan dedicado un tercio de su vida a buscar justicia. La gente simplemente se desfonda al poco de enfrentarse a la apisonadora de las instituciones y la burocracia. Lo extraordinario entonces es que Blanca no ha cesado pelear por averiguar qué sucedió en los casi diecinueve años transcurridos desde la muerte de su hermano.
Y junto a la historia aún no explicada de Miguel Ángel, hay otra paralela que describe su lucha, que es la lucha de una ama de casa contra los gobiernos de España y de Suecia, contra la policía y las instancias judiciales y contra instituciones suecas antaño intocables como el Karolinska, vinculada a los premios Nobel de Medicina.
«Mi vida cambió radicalmente aquel día 29 de septiembre en que me llamó mi madre para decirme que la Policía de Bilbao acababa de informarle por teléfono de que las autoridades suecas habían encontrado el cadáver de Miguel en Estocolmo una semana antes», afirma Blanca.
«¿Cómo voy a olvidarlo? Le acababa de poner el pijama a uno de mis mellizos, que no tenía entonces ni dos años. Llamé a mi vecina Mariví para que se quedara con los pequeños y me fui caminando a casa de mi madre. Ella tenía un problema del corazón y se me pasó por la cabeza que aquello iba a matarla. Ninguna de las dos lloramos. Estábamos en shock».
Luego llegó también la tía del difunto con sus primos y todos juntos, en familia, empezaron a digerir lo que estaba sucediendo. Ni siquiera terminaban de creerse que el muerto fuera Miguel Ángel. Lo que la Policía Nacional le transmitió al principio es que su había sido asesinado y previamente mutilado de una mano para dificultar su identificación.
«Me recuerdo yendo con mi prima desde Algorta a la comisaría de Bilbao y nadie hablaba allí. Esa noche no dormí. Me la pasé hablando con mi hermano Fernando, el de Estados Unidos. ¿Será Miguel Ángel? Y si realmente lo es, ¿cómo habrán sido sus últimos momentos o cuánto habrá sufrido? Me vino a la cabeza la víspera del día en que se marchó a viajar por Europa con el Interrail. Pero en el fondo no nos lo creíamos. Recuerdo que amá dijo: ‘No voy a tocarle las cosas del cuarto porque cuando vuelva va a enfadarse'».
Familia ‘detective’
El de Blanca es un caso singular de madre de familia reconvertida en detective y activista. «Ha habido gente que me ha apoyado, pero al final del día, siempre he estado yo sola frente a mi teclado», acostumbra a decir. No solo ha tenido que lidiar con el rodillo de las instituciones, sino con la incredulidad de quienes ponían en cuestión incluso su cordura. «Me miraban como si estuviera loca. Mi hermano tenía una enfermedad mental (esquizofrenia) y recuerdo que, en cierta ocasión, fui a presentar una denuncia en el Juzgado de Bilbao y el funcionario que me tomaba declaración me preguntó si yo tenía el mismo problema que Miguel Ángel».
«Se me caían las lágrimas sobre el papel y le dije: ‘Pon lo que quieras’. En ese punto me di cuenta lo que tuvo que sufrir mi hermano y de cómo la gente se cree con derecho a decirte cosas, a etiquetarte y a humillarte». En aquella época le tomaba incluso tiempo convencer a sus amigas más cercanas. «Nadie podía creerse una historia tan retorcida. He llorado muchas veces. Cada vez que recibía una carta del Ministerio del Interior diciéndome lo que me decían o cuando el Parlamento Europeo me contestó que se habían emocionado con mi caso pero que no iban a hacer nada».
Blanca continúa: «Recuerdo que me reuní una vez con el delegado del gobierno en el País Vasco (Mikel Cabieces) y me dijo que, en lugar de echarle la culpa a todo el mundo, tal vez debía pensar en que la responsabilidad había sido nuestra por haberle dejado viajar solo. Salí llorando de su despacho y les dije que eran unos sinvergüenzas. Una hora estuve a lágrima viva sentada en un banco de la calle».
Estreno de una miniserie
A raíz de sus denuncias públicas, se han hecho eco de lo sucedido no solos las principales cadenas de televisión y diarios españoles, sino medios de comunicación de todo el mundo: desde The Times a las cabeceras suecas de referencia. En su casa, Blanca guarda montañas de papeles vinculados al caso de su hermano y a los cruces de correspondencia que ha mantenido.
Pero lo mejor estaba todavía por venir. El pasado día 31 de mayo, MAX/HBO estrenó en España una miniserie de dos episodios producida por Cuarzo que había sido previamente vista en un centenar de países. Blanca ocupa un lugar protagonista en ‘El hombre sin corazón’.
«Han sido años muy duros«, afirma. «Comencé a interesarme por lo ocurrido desde el primer día. Por la mañana, me zambullía en Internet o escribía a este o a aquel otro. Pero a las cuatro de la tarde, llegaban mis hijos, ponía cara de madre amorosa y me iba a la plaza a jugar con ellos. A veces venían chiquillos a casa y les cantaba. Los mellizos tenían solo dos años (ahora tienen 20, nueve menos que su hija mayor) así que no podía permitirme el lujo de mostrarme triste», explica.
«Sin embargo, todo esto nos pasó factura a la familia. Cuando se enteraron y comprendieron mi sufrimiento… fue duro para ellos. Dejé de dormir y de frecuentar a mis amigas. No podía fingir que estaba alegre cuando no lo estaba. Mi marido Fernando siempre fue muy comprensivo. A veces, llegaba a casa y no estaba hecha la comida porque había estado hablando o lo que fuera… Pero nunca se quejó. Ha habido también mucha gente como mi amiga, la abogada Ágatha Líbano, que me ha ayudado y apoyado».
Una vía muerta
Todo ese trabajo se realizó de forma silenciosa hasta agosto de 2015, que es cuando Crónica de El Mundo dio a conocer por primera vez lo sucedido. ¿Y qué pasó hasta entonces? ¿Es que tampoco los periodistas la creían? «No se trató de eso», nos aclara Blanca. «Lo que ocurrió es que el propio cónsul español en Estocolmo me aconsejó dejar al margen a la prensa.
También me sugirieron que incinerara el cadáver. Además, me resistía a contarlo porque temía que eso a mi madre la matara. Recuerdo que una vez fui a un programa de Telecinco y cuando volví a casa, el lunes, amá llevaba un día llorando”.
Llegó un punto, sin embargo, en que la investigación se adentró en una vía muerta. Cuando se pensaba que poco podía hacerse ya para adentrarse más en las brumas del pasado, se ha producido un nuevo giro sorprendente como consecuencia del estreno de la serie antes citada.
Con el fin de iluminar todo este misterio, MAX/HBO ha incluido en sus episodios una tercera autopsia efectuada en el verano de 2021 por un reputado forense de Valladolid llamado Aitor Curiel López de Arcaute. El cuerpo de Miguel Ángel fue exhumado del cementerio de Gunnersbury y sometido a un tercer examen que no sólo confirmó que su cuerpo carecía de corazón, sino que dio la razón a su colega inglés corroborando que ya estaba muerto cuando cayó al fiordo.
Sin rastro del corazón
Aunque estaba en avanzado estado de putrefacción, no presentaba signos de haber pasado largo tiempo en el agua. Es decir, murió mucho antes y en ningún caso su cuerpo presentaba indicios de encharcamiento pulmonar. ¿Halló Arcaute alguna prueba de que Miguel Ángel hubiera sido intervenido antes de la primera autopsia sueca para retirarle alguno de sus órganos con el fin de trasplantarlo ilegalmente?
En este punto, el forense es taxativo. «No encontramos el corazón dentro del cadáver pero la única incisión visible que observamos fue la característica de una extracción del peto costal, que es la propia de una autopsia judicial, de manera que podemos descartar el uso de los órganos para el mercado ilegal de trasplantes».
Si se quiere de otra forma. Arcaute descartó que hubiera sido intervenido antes para la retirada de sus órganos. Al mismo tiempo, eliminó como improbable la hipótesis del suicidio. A su juicio, es posible que falleciera mientras estaba en custodia policial. Como él mismo nos señala, «no es nada infrecuente que una persona que se resiste a la autoridad y que está muy agitado y en un estado de ansiedad muera por algún trastorno cardíaco«.
Finalmente, el forense castellano no advirtió tampoco señales de traumatismos que explicaran por sí solas la etiología del óbito. En definitiva, Arcaute ha llevado el caso a una pantalla nueva que perfila aún mejor la posibilidad de una muerte violenta en comisaría. Y lo que es más importante, bosquejó un escenario que permite aventurar que su cadáver fue arrojado al fiordo.
Antecedentes similares
Aunque la autopsia viene a darle la razón a Blanca, existe un detalle sobre el que la hermana plantea ciertas dudas. ¿De verdad descarta el tráfico de órganos la ausencia de señales quirúrgicas diferentes a las propias de un examen postmortem? «¿Qué pensaría cualquier familia a la que le entregan vaciado uno de los suyos?», objeta Blanca.
«En 2008, se produjo un caso similar de una chica llamada Scarlette Keeling a la que hallaron muerta en una playa de la ciudad india de Goa. Inicialmente, atribuyeron su muerte a un ahogamiento. Después, la policía señaló que había sido violada y asesinada. En este caso fue la madre de la víctima quien luchó para conocer la verdad de lo ocurrido. Como nos pasó a nosotros, pretendían engañarla. El cuerpo fue repatriado al Reino Unido, donde le practicaron una tercera autopsia que reveló que carecía de riñones, útero y estómago», expresa.
«En aquel momento, dos expertos en autopsias del Karolinska dieron su parecer sobre lo ocurrido y aseguraron que las explicaciones de los patólogos indios eran muy dudosas porque, si hubieran retirado los órganos para practicarle alguna prueba, deberían haberlos devueltos al cuerpo o al menos, haber consignado la operación y trazado su camino. ¿Sabes lo que dijo uno de esos forenses del Karolinska llamado Per Arne Schedin? ¡Que era muy probable que los órganos hubieran sido destinados al tráfico ilegal! Curioso, ¿no? ¿En la India sí, pero en Suecia, no? ¿Y qué pasa con España? En todos los países donde ha ocurrido algo así se ha abierto una investigación».
La forense sueca Rästen se negó a ser entrevistada por el reportero de MAX/HBO pero envió para reemplazarla a una colega que, en la misma morgue de Solna donde yació Miguel Ángel hace cerca de 19 años, repitió a pies juntillas que el cuerpo de la víctima partió hacia el Reino Unido con su corazón. Esto es, fueron los propios suecos los que negaron la posibilidad de que el órgano fuera extraído durante la autopsia y no volviera a introducirse en el cadáver o fueran remitidos a alguna institución para un análisis más detallado. Ahora sabemos que mentían.
«Si en algo me ha cambiado todo lo ocurrido es en que he perdido la fe en las cosas que mi madre me enseñó», nos dice Blanca. «Fui educada para creer en justicia y en las personas y de pronto, descubrí lo sola que yo estaba y que todos esos organismos de derechos humanos como Amnistía Internacional y esas instituciones como el Gobierno vasco no iban a hacer nada».
Entre los varapalos que en su día le cayeron desde Euskadi había un informe demoledor de Francisco Etxeberría en el que el antropólogo forense venía a darle la razón a las autoridades de Estocolmo saltando por encima de una montaña de pruebas que acreditaban las irregularidades cometidas por los suecos.
Sin voluntad política
Las hubo a docenas porque la chapuza fue de antología y además, estuvo salpicada de ocultaciones e irregularidades incontrovertibles. Algunas, tan obvias como que ni siquiera realizaron fotos del levantamiento del cadáver. A juicio de Blanca, el informe de Etxebarría estaba plagado de juicios de valor y de opiniones acientíficas, pero resultó determinante porque nadie en el entorno de la política vasca se planteaba tan siquiera que un antropólogo tan reputado se dejara llevar por sus prejuicios.
«Recuerdo que fui a casa con el informe y mi padre acabó ingresado en el hospital de Urduliz. Ese mismo documento fue luego utilizado y difundido ilegalmente en una comisión de derechos humanos y justicia del Parlamento Vasco por una parlamentaria del PNV llamada Eva Juez. ¿Y sabes lo peor de todo? Que mi madre tenía unas convicciones vasquistas a prueba de bombas y se sintió completamente traicionada por los suyos. Dejó de tomar las pastillas, dejó de comer, se metió en la cama y murió a los cuatro meses«.