Martínez sabe de lo que habla: su hermano Miguel Ángel murió en Suecia en 2005 y fue repatriado a Inglaterra sin corazón y sin la mitad de su hígado, previamente extirpado por medio de un limpio corte quirúrgico.

La existencia de mafias que se dedican a comerciar con órganos humanos para trasplantes se ha puesto de otra vez de actualidad tras conocerse el nuevo caso de una británica muerta en México y cuyo cadáver fue enviado al Reino Unido a principios de este mes sin corazón, cerebro ni ojos. En lo que va de año, este es el tercer caso de una ciudadana inglesa víctima del tráfico de órganos: hace ahora algunos meses fueron repatriados igualmente sin parte de sus órganos vitales los restos mortales de una pareja británica que había fallecido en Egipto.

Martínez también cita la muerte de otro español en Islandia en circunstancias «suficientemente irregulares como para ser investigadas», aunque hasta ahora nadie nadie ha vinculado oficialmente esta otra muerte con un supuesto caso de tráfico de órganos.

«No es circunstancial ni fortuito que sean los británicos quienes están dando a conocer públicamente la existencia de mafias y de crímenes como el que acabó con la vida de mi hermano Miguel Ángel», asegura Blanca Martínez. «A diferencia de lo que sucede con España, cuyas delegaciones consulares aconsejan por sistema la incineración del cuerpo a las familias de personas muertas en el extranjero, los británicos poseen un protocolo en virtud del cual someten a una nueva autopsia propia a todas las personas fallecidas cuyo cadáver es repatriado a Gran Bretaña. De no haber sido por ello, jamás hubiéramos sabido qué le sucedió a mi hermano, si es que en verdad es mi hermano quien yace sepultado en un cementerio londinense», explica

Miguel Ángel Martínez. (Foto cedida por la familia)

Blanca Martínez asegura que médicos forenses españoles le han confesado a título privado que han practicado autopsias a ciudadanos españoles muertos en el extranjero cuyos cadáveres también fueron privados de sus órganos. «No obstante, por alguna razón, no hemos logrado que las autoridades lo reconozcan de manera pública, lo cual sería de gran ayuda para que la gente tomara conciencia del alcance de esta práctica y de la fortaleza de las mafias del tráfico de órganos», precisa Martínez.

 

 

Tal y como informó este diario en una serie de reportajes dedicados a este crimen, Miguel Ángel Martínez (Erandio, 1960) dejó Euskadi a finales de abril de 2005 con el propósito de conocer Escandinavia. Su familia ya no volvió a tener noticias suyas hasta el 29 de septiembre de ese mismo año, fecha en la que un funcionario español de la comisaría de Bilbao comunicó a su madre que había aparecido muerto en los aledaños de Estocolmo. La Policía sueca atribuyó la muerte de Santamaría a un suicidio y, amparándose en las conjeturas de la forense Petra Rästen Almqvist, terminó cerrando el caso sobre las siguientes conclusiones: Miguel Ángel se quitó deliberadamente la vida lanzándose desde un ferry. El examen forense realizado por Rästen atribuía su muerte a un ahogamiento.

Nadie hubiera puesto en entredicho la versión sueca si Miguel Ángel no hubiera consignado entre sus últimas voluntades ser enterrado en Londres. En cumplimiento de su deseo, su cadáver fue trasladado el 4 de noviembre de 2005 al aeropuerto de Heathrow, en Londres. Claro que los ingleses no sólo decidieron no enterrar de inmediato al vasco, sino que le practicaron una segunda autopsia que contradecía a la primera y apuntaba de manera inequívoca a que el cadáver enviado por los suecos carecía de corazón y de la mitad del hígado.

Autorizados a exhumar el cadáver

Vistas las múltiples irregularidades cometidas por la policía sueca y la mencionada forense, el Gobierno inglés autorizó a mediados de este año exhumar el cadáver del vasco con el fin de permitir que su familia realice una prueba identificatoria de ADN que confirme su identidad, amén de una tercera autopsia que pueda contribuir a aclarar por qué motivo su cuerpo fue enviado en 2005 a Inglaterra desde Estocolmo sin su corazón y tres quintas partes de su hígado.

Han transcurrido más de seis meses desde entonces (la familia cuenta con un periodo de un año, desde la concesión de la autorización, para realizar las pruebas) y Blanca Martínez sigue buscando apoyo económico en las distintas administraciones públicas para financiar todo el proceso, habida cuenta de que las autoridades judiciales españolas no lo investigarán de oficio. Esta misma semana, Santamaría se dirigió al Ayuntamiento de la localidad vasca donde reside en petición de ayuda.

En todo caso, ¿qué es lo que cabe esperar de esa tercera autopsia, una vez transcurridos tantos años desde la muerte del vasco? Según la médico forense Patricia Alcaraz, miembro de las sociedades española y vasca de valoración del daño corporal, ha pasado tanto tiempo desde el enterramiento de Miguel Ángel que la información que se pueda obtener gracias a un nuevo examen post mortem será escasa aunque sí puede ser valiosa.

Blanca Martínez asegura que médicos forenses españoles le han confesado a título privado que han practicado autopsias a ciudadanos españoles muertos en el extranjero cuyos cadáveres también fueron privados de sus órganos.

«No podremos averiguar nada mediante el análisis de sus vísceras porque la víctima fue sepultada en 2005, y se hallará, sin duda, en estado de esqueletización. En determinadas circunstancias, podríamos encontrar, por ejemplo, signos de agresión, siempre y cuando hubiera sido estrangulado o hubiera recibido un golpe o una paliza que hubiera provocado algo cercano a la fractura», explica Alcaraz.

La valoración que hace Alcaraz del trabajo realizado por su homóloga sueca es demoledora. «Es completamente absurdo que argumente que los órganos se disolvieron debido al proceso de putrefacción, camino de Inglaterra. En primer lugar, porque es un proceso que toma mucho más tiempo y en segundo lugar, porque, obviamente, de haberse disuelto los órganos, hubieran desaparecido todos, y no de forma selectiva el corazón y parte del hígado. Además, no desaparecen, sino que se licuan, así que dentro del cadáver hubiera quedado, por decirlo de algún modo comprensible, como una gelatina», afirma la forense.

Sin duda, tráfico de órganos

Con la información de la que dispone, Alcaraz no alberga ni la más mínima duda de que Miguel Ángel fue víctima del tráfico de órganos. «Ninguna otra posible razón puede explicar que se le hallara de ese modo», dice.

«Incumplieron de principio a fin el protocolo de actuación en estos casos. ¿Cómo pudieron atribuir su muerte a un ahogamiento si, según la autopsia británica, no había agua en sus pulmones? Existen signos muy característicos como la presencia de cierto tipo de bacterias o el encharcamiento pulmonar que no fueron hallados en la autopsia de los británicos y que, consecuentemente, contradecían las conclusiones de Petra Rästen Almqvist», añade Alcaraz.

Alcaraz tampoco alberga dudas de que en Suecia existían recursos para haber cometido un crimen así. «Todo lo que se necesita para extraer los órganos de un cadáver es una persona con pericia quirúrgica y algún medio para mantener en frío el corazón o el hígado durante 24 horas. A partir de ese momento, cualquier clínica privada puede tener los recursos para realizar la operación. No pudo ser un crimen comisionado a nombre de alguien porque antes de trasplantar un órgano es preciso determinar si es compatible con el receptor. Tampoco pudo llevarse a cabo algo así sin el conocimiento de la forense Petra Rästen. Necesariamente, tenía que estar al corriente, o al menos silenciar lo sucedido para evitar problemas», precisa Alcaraz.

Al decir de esta experta, «lo que subyace detrás de toda esta historia es la necesidad y la desesperación de muchas familias, entre las que existe alguien cuya vida depende de algún órgano vital». Se sabe, de hecho, que buena parte de la clientela que ha acudido durante los últimos años a las mafias magrebíes y orientales de tráfico de órganos procede del entorno germánico y Escandinavia, tal y como reveló un estudio llevado a cabo en una universidad sueca del que este diario se hizo eco hace algunos meses.

Turbio episodio

Uno de los episodios más turbios que atañen a este caso es el hecho de que la última vez que Martínez fue visto con vida fue en compañía de la Policía sueca, quien lo trasladó a comisaría para su identificación después de que este protagonizara un pequeño incidente sin transcendencia en una sucursal del Nordea Bank de la ciudad de Karlstad, el 1 de agosto de 2005.

Con arreglo a la versión oficial de los escandinavos transmitida por la oficina de Europol (Sirene), los agentes suecos se lo llevaron en custodia desde las 10.25 horas de la mañana hasta las 16.20 horas. En vista de que, supuestamente, Miguel Ángel carecía de DNI o de pasaporte, los policías se pusieron en contacto con las autoridades españolas para que éstas les ayudaran a identificarlo. De acuerdo al registro de salida, la Policía española envió la requerida copia de su DNI a las 19.12 horas de la tarde de ese mismo día. Es decir, casi tres horas después de que, según los suecos, abandonara sin cargos la comisaría.

Aunque parezca descabellado, semanas después del mencionado arresto, tras el supuesto hallazgo de su cadáver sobre las aguas de un fiordo de una barriada de Estocolmo, el 22 de septiembre de 2005, el cuerpo de Miguel Ángel fue enviado a al depósito como un «muerto sin identificar». Fue la enfermera de origen español Isabela Franco Cereceda —hermana de un destacado médico del departamento de cirugía cardiovascular del hospital Karolinska de Estocolmo— la que halló esa misma fotocopia remitida desde España. Franco se encontraba esa noche de guardia en el depósito de cadáveres y según indicó en Estocolmo a este equipo de reporteros, encontró «el papel en uno de sus bolsillos». Por razones nunca aclaradas, la Policía sueca impidió que los familiares de la víctima que se trasladaron a Estocolmo tras su muerte lo identificaran visualmente.

En efecto, Miguel Ángel fue finalmente identificado debido a una serie de disparatadas circunstancias fortuitas por una enfermera que se hallaba de guardia en el depósito de cadáveres. Tras dar con ella en Estocolmo, la hispano-sueca explicó que sintió curiosidad al descubrir la sábana que cubría su rostro porque le pareció apreciar que tenía inequívoco aspecto de español. Fue después de ver sus facciones cuando decidió registrar entre sus ropas. Isabela Franco Cereceda identificó al muerto gracias a esa misma fotocopia del DNI remitida por Sirene a la comisaría de Karlstad, algunos meses antes, la misma fotocopia que la policía sueca no encontró en su bolsillo durante sus pesquisas. Por otro lado, ¿cómo es posible que la fotocopia se hallara en los bolsillos de Miguel Ángel si este, supuestamente, había abandonado la comisaría de Karlstad tres horas antes de que la remitiera la Policía española?

Dada la existencia de otros casos similares, Blanca Martínez Santamaría trabaja en la actualidad en la creación de una asociación de apoyo a las familias de personas desaparecidas o fallecidas en el extranjero en circunstancias sospechosas. De momento, las familias de las víctimas han inscrito tres asociaciones, todas ellas bajo el amparo de la Fundación QSD Global, a cuyo frente se halla Paco Lobatón. «Y si alguien duda de la necesidad de crear algo así que recuerde que en este momento existen 10.000 denuncias activas por desaparición sólo en nuestro país«, concluye Martínez.

https://www.youtube.com/watch?v=xvXXK4vj1Co

https://www.publico.es/sociedad/hermana-vasco-robaron-corazon-suecia-denuncia-casos-trafico-organos-victimas-espanolas.html